martes, 9 de marzo de 2010

Llámame, turista

Reímos, jugamos y nos acostamos juntos. Una tarde. Incluso proyectamos algún un hijo en común, con naríz hortalizada y sonrisa merengue brillante, para siempre.

Me habían advertido como eras. Pero me hice falsas esperanzas.

Pongo un pié en el suelo, procurando que sea el derecho, y plancho con la mano la parte trasera de mi calzoncillo. Legañas, fuera; zapatillas, puestas.
Se me va la mirada hacia dónde te quedaste dormida anoche, y no te veo. Tu cama, color asfalto y color tejado, me dice que has vuelto a tu país. Y no sé cuál es.


Vuelve pronto por Barcelona, turista. Ayer lo pasé muy bien.










No hay comentarios:

Publicar un comentario