martes, 27 de abril de 2010

Entre la gente seria


Toca casi la hora en punto y los pasillos estan inusualmente vacíos. Escucho cómo a lo lejos un susurro de pared advierte a la gente que no fume. Dos señoras hablan casi a gritos de los planes que tienen para hoy y el perro del vigilante las mira con rostro indiferente. Mi mirada, cansada, saluda al chico que vende bolsos y complementos en la esquina de la escalera. Está hablando con alguien mientras pasa el plumero a los bolsos que cuelgan de las paredes. “Éste me gusta, se lo podría regalar a la próxima amiga que cumpla años”.
Bajando los escalones miro si hay algún conocido en el andén esperando el mismo tren que yo. Supongo que no, pues voy un poco tarde, y cuando llego tarde no me encuentro a nadie. Le pido el diario a un chico, que se dirige hacia la papelera. “No entiendo como los pueden tirar a la basura... ¿Qué les cuesta dejarlos encima del banco?”

Pip, pip, pip. ¡Clonc! ¡Tin-tin-tirirín...!

Me apresuro a cruzar las puertas blancas. “¡Dejen salir antes de entrar!”, me espeta un anciano muy amable.

Una familiar voz metálica, de mujer y de hombre, la de cada mañana, me habla desde el techo. Pero hoy no la escucho. Te miro entre la gente seria, que se aliena del mundo leyendo diarios y escuchando música. Me rasco cerca del codo y te vuelvo a mirar. Disimulas. Pareces interesante con ésos apuntes en la mano, que ojeas de vez en cuando, para distraerte, para repasar lo que vayas a hacer. Imagino de qué deben ser, te invento una vida. La enlazo con la mía... En un segundo, quizás dos, nos veo sentados, vaciando tazas de café en un bar del centro mientras discutimos sobre nada en concreto. Giramos por esquinas que nunca habíamos visto y nos tumbamos bajo el sol de una mañana de domingo. En sólo un segundo, o quizás dos, te confío cien momentos.

¡Tin-tin-tirirín...!

Vuelvo a oir la voz, la gente se mueve y no te veo. Te has ido, con los apuntes y con el futuro que recién había ideado para los dos. Abro el diario, pero lo vuelvo a cerrar. Ya no me apetece leer... Busco entre los bolsillos y me pongo los auriculares en la oreja. Me alieno del mundo. Lo intento. Nunca consigo dejar la mente en blanco cuando viajo en metro, siempre hay alguien a quién mirar. Me gusta observar a la gente: dónde sube, dónde baja, qué cara lleva... Les invento una vida, y luego, la enlazo con la mía.
Saco los apuntes de la bolsa y empiezo a releerlos. Al pasar página, intuyo  que alguien a mi alrededor me mira y se rasca cerca del codo, o de la oreja. Noto un hormigueo en la nuca. Aparto la vista de las letras y la enfoco, disimuladamente, entre las cabezas de la gente seria, de aquellos quienes leen periódicos para alienarse del mundo. Entre los diarios hay unos ojos. Noto que piensas en tazas vacias, esquinas desconocidas y domingos con sol.

Disimulo.

¡Tin-tin-tirirín...!

La voz metálica de mujer y de hombre. La gente se mueve. Es mi parada.




Relato escrito por REGANDOLASFLORES, para la IV Edición del Concurso de relatos cortos de TMB

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